Índice de desarrollo humano en los países del área del Caribe. - PÚBLICO G. C - MADRID - 31/12/2008 08:00
Los logros de Cuba, a revisión
El socialismo ha dado prioridad a educación y sanidad, pero el modelo da síntomas de agotamiento
Será el mar Caribe que hace reverberar el sol del mediodía, las fachadas trituradas por el salitre del Malecón o los genes a prueba de bombas del mestizaje cubano, pero la red sanitaria y educativa de la isla siempre será el símbolo del orgullo patrio.
Es el cuarto país de Latinoamérica en el ránking de desarrollo humano
Nicholas D. Kristof, periodista estadounidense especializado en coleccionar premios Pulitzer, señalaba en The New York Times que si EEUU tuviese un sistema de salud como el cubano, salvaría cada año a 2.212 bebés de una muerte segura. "Sí, he dicho Cuba. Es menos probable que los recién nacidos sobrevivan en EEUU, con un sistema de asistencia médica que suponemos el mejor del mundo, que en la empobrecida y autocrática Cuba", concluye. A Kristof le llovieron piedras por su artículo pero respondió que las cifras son a menudo el espejo frío de la realidad.
Según el World Factbook de la CIA de 2005, el informe sobre el estado del mundo que elabora la central de inteligencia estadounidense, Cuba es uno de los 41 países que superan a EEUU en todas las tasas que miden la salud y educación de un pueblo. Y pese al bloqueo que padece desde hace casi medio siglo, sigue agarrada al puesto 51 en el índice de desarrollo humano, el cuarto más alto de Latinoamérica y el Caribe.
Esperanza de vida
Los cubanos pueden ser los más altos y los más fuertes pero sobre todo son los más longevos del continente americano. Según el Fondo de Población de la ONU (UNFPA), el 16,2 % de su población tiene más de 60 años y la esperanza de vida roza los 80, superando en dos años a EEUU y en casi seis a Barbados, Trinidad y Tobago, y Chile. La clave del éxito es el impactante empuje de la medicina preventiva implantada en la isla.
En esperanza de vida supera a EEUU y en alfabetización iguala a Islandia
Dieta vegetariana, guerra al consumo de tabaco, cultura deportiva, desarrollo biomédico, educación sexual y difusión de técnicas de relajación como el tai-chi. Enfermedades endémicas como la poliomielitis, el tétanos neonatal o la rubeola, que azotan sin piedad Haití, Jamaica o República Dominicana, fueron erradicadas de Cuba hace décadas.
El VIH afecta al 0,005% de la población, una de las más bajas del mundo, y la tasa de mortalidad infantil no supera los 5,3 fallecimientos por cada mil nacimientos. Estas cifras son la vacuna milagrosa que las autoridades cubanas muestran cada vez que alguien les recuerda su obstinación por aplazar década tras década la llegada de la democracia a su país.
"Cuba nunca será como los países vecinos del Caribe por mucho que EEUU y Europa se empeñen", reconocía hace escasos meses a Público, el periodista Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC en la isla durante los últimos 15 años. En la pomposa Cumbre del Milenio celebrada en 2000, el entonces presidente cubano Fidel Castro, un maestro de la oratoria cuando se trata de manejar cifras, lanzó una arenga contra las propuestas occidentales para reducir la pobreza.
Castro vendió su modelo educativo y sanitario como la única manera de encarar con garantías el abismo cada vez mayor que separa a los paises ricos y pobres. Y remató su alegato con una de las frases que el líder moral de la independencia cubana, José Martí, dejó prendida en la historia: "Ser cultos es la única manera de ser libres". Nadie fue capaz de rebatirle.
Con una tasa de alfabetización cercana al 100%, sólo comparable a Islandia, Cuba es una factoría mundial de ingenieros, científicos sociales y, por su supuesto, médicos. Sin embargo, esta idílica situación formativa, que ha llevado a algunos cubanólogos a definirla sin rubor como la "Suecia del Caribe", empieza a presentar peligrosas grietas. El sociólogo estadounidense James Petras, cuyas reflexiones sobre Cuba son escuchadas con absoluta atención por los dirigentes de la isla, recordaba en un punzante artículo que "la economía cubana se caracteriza por un gran desequilibrio entre un sistema educativo muy desarrollado y una realidad que no provee los puestos de trabajo apropiados a la universalización de la educación superior".
Trabajo rentable
Petras, que no tiene pelos en la lengua, censura la dinámica "oficializada" durante los tiempos duros del Periodo Especial en el que trabajar de botones en un hotel era más rentable que ser ingeniero.
En un último acto de crítica a la autocomplacencia revolucionaria, recomienda a Raúl Castro un reajuste del modélico sistema educativo "para formar diplomados que gestionen las actividades industriales con vistas a que produzcan tanto artículos para el consumo popular como científicos para servicios médicos".
La ácida diatriba de Petras no cayó en saco roto. A las pocas semanas de publicar su artículo, Luis Ignacio Gómez Gutiérrez, el ministro que había dirigido la educación durante los últimos 18 años, era cesado de forma fulminante.
Una veterana maestra habanera reconocía el pasado mes de mayo en Público su enorme consternación porque sus alumnos ya son incapaces de decirle que Tchaikovsky compuso El lago de los cisnes pero recitan a la perfección las canciones de Madonna. "Ni siquiera saben qué es Giselle ni quién fue Nijinsky", dijo. Un afrenta a la imagen culta que le gusta proyectar al cubano.
La coordinadora de la ONU en La Habana, Susan McDade, advierte de las contradicciones que empiezan a surgir en la isla. "Cuba tiene una tasa de crecimiento demográfico que ya exige una revisión de los servicios públicos", indica. Con la llegada del dígito 50 al calendario revolucionario el interrogante de cómo corregir la quintaesencia del sistema con las dosis justas de crítica y un realismo impropio de los cubanos, vuelve al primer plano.
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