Durante la presente campaña electoral estamos asistiendo al espectáculo lamentable que ya hemos padecido en campañas anteriores. Los dos grandes partidos y la mayoría de medios de comunicación se unen para reducir la democracia a la mínima expresión del bipartidismo. Son varios los elementos que se utilizan para este fin, pero podríamos destacar tres de ellos por su especial importancia.
En primer lugar, los debates electorales entre PSOE y PP, que se convierten en un insulto a la inteligencia de la ciudadanía, destacando mucho más los temas de forma sobre los contenidos. Lo más importante de estos debates no es, sin embargo, lo poco que se dice en ellos, sino lo mucho que queda fuera de los mismos. Efectivamente, quedan excluidas de este circo bipartidista propuestas de izquierdas como la convergencia social con la UE, la reforma fiscal progresiva, el aumento del salario mínimo a 1.000 €, la reducción de la jornada laboral a 35 horas, la lucha contra las deslocalizaciones, la reducción de gases de efecto invernadero en un 30% hasta el año 2020, el cierre de las centrales nucleares, el plan ferroviario 2014, la pensión básica universal, la universalización de la escolarización gratuita, el despliegue íntegro de los estatutos de autonomía, la reforma federal de la Constitución, la apuesta por la República, la derogación de los acuerdos con el Vaticano, la despenalización de la eutanasia, la interrupción voluntaria del embarazo con una ley de plazos o la retirada de las tropas de Afganistán. Todos estas posiciones políticas de izquierdas brillan por su ausencia y son censuradas por decisión de los dos grandes partidos y de los mass-media, y su discusión queda negada a la ciudadanía en los formatos de supuesto debate que se imponen contra la pluralidad democrática. Es especialmente triste la negación de estas ideas de izquierdas en un momento en el que el tema de la memoria histórica está tan presente. La lucha por la superación del franquismo en España pasó por la lucha de muchas personas que dedicaron lo mejor de sus vidas a la recuperación democrática, que padecieron el exilio, la persecución, la tortura y la muerte. Y son precisamente las ideas de muchas de estas personas las que quedan excluidas de los debates bipartidistas. Es una falta de respeto enorme a la memoria histórica este reduccionismo democrático, ya que sin la lucha de estas personas no sería posible la celebración de estos debates que están degenerando en una oligarquía bipartidista indigna de un concepto mínimo de democracia plural. Ya sabemos que los medios de comunicación dominantes, públicos y privados, se apuntan sin ningún sentimiento de culpa a este atentado contra la pluralidad. También sabemos que el PP se siente cómodo en estas circunstancias, pues no cabe duda de qué posiciones defendieron sus dirigentes durante el franquismo. Pero es especialmente lamentable que el PSOE participe de este espectáculo y niegue la expresión en los debates de las ideas anteriormente expuestas. En segundo lugar, la ley electoral, que es un monumento a la distorsión del principio democrático ‘una persona, un voto’. Es vergonzoso que fuerzas políticas como IU dispongan de 5 escaños con un 5% de los votos, mientras otros partidos nacionalistas alcanzan el doble de representación con la mitad de votos. Pero no son estos partidos los que sustraen los votos a IU, sino la oligarquía bipartidista PSOE-PP, que obtienen un mayor número de escaños que no les pertenecen atendiendo al igual valor del voto de todos los ciudadanos. Este es un tema que, por supuesto, tampoco es tratado en el circo protagonizado por Zapatero y Rajoy y emitido con bombo y platillo por los medios de comunicación a su servicio. En tercer lugar, el concepto fraudulento de ‘voto útil’. Nuevamente, la recuperación de las elecciones pluripartidistas hizo en su momento del voto algo útil como expresión misma de la democracia, frente al fraude de algunas votaciones que se ejercieron en ocasiones durante el franquismo. Varios años más tarde, hay partidos que no entienden esta utilidad del voto en sí mismo, e insultan a la democracia cuando se atreven a afirmar que hay votos más útiles que otros. El voto es útil desde el momento que se ejerce desde la libertad de conciencia, y deja de serlo cuando se demanda en base a amenazas amparadas en leyes electorales que no respetan el principio de proporcionalidad. El PSOE debería saber que hay unos límites al uso de ciertos argumentos en una campaña electoral, y que la superación de esos límites conduce de nuevo a la reducción de la democracia. Los tres elementos expuestos tienden a convertir la democracia en una oligarquía bipartidista. Pero no debemos olvidar que la democracia española adolece de otros muchos déficits, como el control del poder económico por parte de una minoría, la instrumentalización del poder judicial, la perpetuación de la monarquía hereditaria o la manipulación de los mass-media. Por todo ello, hay que seguir luchando, en campaña y fuera de ella, por una verdadera consecución de los valores democráticos en España. 24 de febrero de 2008
En primer lugar, los debates electorales entre PSOE y PP, que se convierten en un insulto a la inteligencia de la ciudadanía, destacando mucho más los temas de forma sobre los contenidos. Lo más importante de estos debates no es, sin embargo, lo poco que se dice en ellos, sino lo mucho que queda fuera de los mismos. Efectivamente, quedan excluidas de este circo bipartidista propuestas de izquierdas como la convergencia social con la UE, la reforma fiscal progresiva, el aumento del salario mínimo a 1.000 €, la reducción de la jornada laboral a 35 horas, la lucha contra las deslocalizaciones, la reducción de gases de efecto invernadero en un 30% hasta el año 2020, el cierre de las centrales nucleares, el plan ferroviario 2014, la pensión básica universal, la universalización de la escolarización gratuita, el despliegue íntegro de los estatutos de autonomía, la reforma federal de la Constitución, la apuesta por la República, la derogación de los acuerdos con el Vaticano, la despenalización de la eutanasia, la interrupción voluntaria del embarazo con una ley de plazos o la retirada de las tropas de Afganistán. Todos estas posiciones políticas de izquierdas brillan por su ausencia y son censuradas por decisión de los dos grandes partidos y de los mass-media, y su discusión queda negada a la ciudadanía en los formatos de supuesto debate que se imponen contra la pluralidad democrática. Es especialmente triste la negación de estas ideas de izquierdas en un momento en el que el tema de la memoria histórica está tan presente. La lucha por la superación del franquismo en España pasó por la lucha de muchas personas que dedicaron lo mejor de sus vidas a la recuperación democrática, que padecieron el exilio, la persecución, la tortura y la muerte. Y son precisamente las ideas de muchas de estas personas las que quedan excluidas de los debates bipartidistas. Es una falta de respeto enorme a la memoria histórica este reduccionismo democrático, ya que sin la lucha de estas personas no sería posible la celebración de estos debates que están degenerando en una oligarquía bipartidista indigna de un concepto mínimo de democracia plural. Ya sabemos que los medios de comunicación dominantes, públicos y privados, se apuntan sin ningún sentimiento de culpa a este atentado contra la pluralidad. También sabemos que el PP se siente cómodo en estas circunstancias, pues no cabe duda de qué posiciones defendieron sus dirigentes durante el franquismo. Pero es especialmente lamentable que el PSOE participe de este espectáculo y niegue la expresión en los debates de las ideas anteriormente expuestas. En segundo lugar, la ley electoral, que es un monumento a la distorsión del principio democrático ‘una persona, un voto’. Es vergonzoso que fuerzas políticas como IU dispongan de 5 escaños con un 5% de los votos, mientras otros partidos nacionalistas alcanzan el doble de representación con la mitad de votos. Pero no son estos partidos los que sustraen los votos a IU, sino la oligarquía bipartidista PSOE-PP, que obtienen un mayor número de escaños que no les pertenecen atendiendo al igual valor del voto de todos los ciudadanos. Este es un tema que, por supuesto, tampoco es tratado en el circo protagonizado por Zapatero y Rajoy y emitido con bombo y platillo por los medios de comunicación a su servicio. En tercer lugar, el concepto fraudulento de ‘voto útil’. Nuevamente, la recuperación de las elecciones pluripartidistas hizo en su momento del voto algo útil como expresión misma de la democracia, frente al fraude de algunas votaciones que se ejercieron en ocasiones durante el franquismo. Varios años más tarde, hay partidos que no entienden esta utilidad del voto en sí mismo, e insultan a la democracia cuando se atreven a afirmar que hay votos más útiles que otros. El voto es útil desde el momento que se ejerce desde la libertad de conciencia, y deja de serlo cuando se demanda en base a amenazas amparadas en leyes electorales que no respetan el principio de proporcionalidad. El PSOE debería saber que hay unos límites al uso de ciertos argumentos en una campaña electoral, y que la superación de esos límites conduce de nuevo a la reducción de la democracia. Los tres elementos expuestos tienden a convertir la democracia en una oligarquía bipartidista. Pero no debemos olvidar que la democracia española adolece de otros muchos déficits, como el control del poder económico por parte de una minoría, la instrumentalización del poder judicial, la perpetuación de la monarquía hereditaria o la manipulación de los mass-media. Por todo ello, hay que seguir luchando, en campaña y fuera de ella, por una verdadera consecución de los valores democráticos en España. 24 de febrero de 2008
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