Una biografía político-intelectual imprescindible
Mario Amorós, Compañero Presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo. PUV, Valencia 2008, Prólogo de Óscar Soto Guzmán, 372 páginas.
Salvador López Arnal
Lo esencial de esta reseña puede ser dicho de forma breve: léanlo y pásenlo. Pocas biografías pueden emocionar e interesar tanto al lector socialista, al lector en general, como la que ha escrito el joven y prolífico historiador Mario Amorós. Todo en este ensayo, incluido su título, destilan atención, cuidado, aproximación rigurosa, interés real por el biografiado, equilibrio, documentación, análisis construidos desde diferentes atalayas y también, y no en menor importancia, excelente escritura. El volumen, si de mi dependiera, sería motivo de estudio y disfrute voluntario en todos los centros de educación preuniversitaria y universitaria, además, por supuesto, de material de análisis de las organizaciones sindicales, políticas y asociaciones vecinales de inspiración crítica.
Explicándome con mayor detalle.
Recuerdo las palabras que una y otra vez han sonado en el corazón y la mente de todo socialista no entregado en estos últimos treinta y cinco años: “Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre parta construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¿Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
El hombre que las pronunció, el centenario de cuyo nacimiento celebraremos el próximo 26 de junio, otra víctima del fascismo, murió pocos momentos después. Su ejemplo, su trayectoria, su compromiso, sus palabras, su hacer, su combatividad, se levantan cada día de pasa, con mayor fuerza y claridad si cabe, como una referencia para todas las tradiciones que aspiren a romper con el yugo del Capital, con sus corporaciones y sus grandes instrumentos políticos. Amorós ha escogido muy bien, con cuidado extremo, su materia de estudio.
Como ya demostrara en Chile, la herida abierta; Después de la lluvia. Chile la memoria herida; Antonio Llidó., un sacerdote revolucionario, y La memoria rebelde, Amorós es un gran conocedor de la historia reciente de Chile que suele indagar sobre aspectos poco transitados, con excelentes instrumentos historiográficos, con sensibilidad y con una documentación apabullante. Las diez páginas de bibliografía anexas a Compañero presidente contienen, además de algunos detalles dados en notas a pie de página, más de doscientas referencias. Años de esfuerzo, de dedicación, de estudio, con resultados excelentes.
Aparte del prólogo de Óscar Soto Guzmán y de una interesante cronología de la vida de Allende (pp. 355-359), el volumen se divide en tres partes que el mismo autor resume en su introducción. En la primera se analiza la etapa anterior a la investidura de Allende como presidente de la República (1908-1970). La segunda parte se centra en los dos primeros años de su gobierno, etapa en la que su gobierno aplicó de inmediato el programa de la Unidad Popular y procedió a la construcción del Área Social, el embrión de la futura economía socialista. La tercera analiza el último año de su gobierno. Desde comienzos de 1972, recuerda Amorós, se apreció una crisis en la Unidad Popular originada por las contradicciones y disensos ante la construcción del socialismo. La polémica no enfrentó solo, como es sabido, al Partido Comunista con el MIR, no integrado en la UP, sino que desde junio de 1972, desde el cónclave de Lo Curro, “se expresaron con claridad las dos visiones de la política económica, y del proceso revolucionario en general, que se articulaban en torno a Salvador Allende y el Partido Comunista, por una parte, y el Partido Socialista, por otra” (p. 23).
Todos los interrogantes que surgieron en el proceso chileno son tratados con documentación y equilibrio en el estudio de Amorós: el apoyo ciudadano a la apuesta de Allende y la Unidad Popular; la actitud del ejército chileno; los apoyos internacionales; las críticas razonable (o no) del MIR; las posibilidades reales de una mayor intervención popular y obrera, incluyendo la entrega de armas; el proceso de nacionalizaciones; la lucha contra los latifundios; los disensos interiores; la actitud del Partido Comunista chileno; el control obrero; el realismo político de algunas fuerzas y la ensoñación no controlada de otras; la firmeza y realismo de Allende; la supuesta inevitabilidad del golpe fascista de 1973; las otras intentonas militares; el viaje de Fidel Castro a Chile; el claro compromiso revolucionario de Allende siendo miembro de un Partido Socialista que no había renunciado en absoluto al combate contra el capitalismo; la posición del general Prats y otros militares constitucionalistas; los últimos momentos de Allende; las resistencias ciudadanas al golpe. Ninguno de los grandes temas ha sido olvidados por el autor.
Óscar Soto Guzmán, cardiólogo, el médico personal de Allende, cierra la semblanza (pp. 13-17) que ha escrito para el volumen con estas palabras: “Su suicidio, tan incomprendido por algunos sectores, fue un ejemplo de consecuencia política y personal, fue su entrega a la libertad, a la defensa de la Constitución, y el postrer homenaje al cargo de Presidente de la República que el pueblo chileno, democráticamente, le había otorgado”. Muchos sectores del pueblo chileno, muchos ciudadanos del mundo, no han olvidado, no hemos olvidado su entrega y su ejemplo. Mario Amorós, que nació precisamente el año en el que se produjo uno de los actos de ignominia más abyectos que podemos recordar y que difícilmente olvidaremos, ha escrito una biografía que sin duda será un clásico de la historia de Chile y lectura obligada de todo ciudadano que se identifique con la tradición socialista republicana y que piense, con Allende, que la historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen.
Compañero presidente se abre con unas palabras que Salvador Allende pronunció el 5 de setiembre de 1970, con motivo de su victoria en las elecciones presidenciales que se habían celebrado en Chile: “[…] Gracias, gracias, compañeros. Ya lo dije un día. Lo mejor que tengo me lo odio mi partido, la unidad de los trabajadores y la Unidad Popular. A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobierno del pueblo, con la lealtad del compañero Presidente”. Cumplió, simplemente, cumplió.
En la mañana de un 11 de septiembre, de otro 11 de septiembre, Salvador Allende, la izquierda no entregada, perdieron la batalla, una batalla. La traición, la violencia feroz y guiada de unas Fuerzas Armadas, con resistencia interna de soldados en algunos regimientos, teledirigidas o apoyadas por los insistentes y conocidos servicios de inteligencia, acabaron con un proceso de transición democrática al socialismo. Sin embargo, apunta Amorós, “hoy renace la esperanza en América Latina y las grandes alamedas del socialismo vuelven a surgir en el horizonte: se trata de la lucha por una profunda y radical democratización de la sociedad, en todas las esferas, incluida la económica. En este camino nos acompañará “el metal tranquilo” de su voz, el ejemplo inolvidable del Compañero Presidente” (p. 27). Que así sea, que tampoco en esto yerre el buen sentido del joven historiador.
Mario Amorós, Compañero Presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo. PUV, Valencia 2008, Prólogo de Óscar Soto Guzmán, 372 páginas.
Salvador López Arnal
Lo esencial de esta reseña puede ser dicho de forma breve: léanlo y pásenlo. Pocas biografías pueden emocionar e interesar tanto al lector socialista, al lector en general, como la que ha escrito el joven y prolífico historiador Mario Amorós. Todo en este ensayo, incluido su título, destilan atención, cuidado, aproximación rigurosa, interés real por el biografiado, equilibrio, documentación, análisis construidos desde diferentes atalayas y también, y no en menor importancia, excelente escritura. El volumen, si de mi dependiera, sería motivo de estudio y disfrute voluntario en todos los centros de educación preuniversitaria y universitaria, además, por supuesto, de material de análisis de las organizaciones sindicales, políticas y asociaciones vecinales de inspiración crítica.
Explicándome con mayor detalle.
Recuerdo las palabras que una y otra vez han sonado en el corazón y la mente de todo socialista no entregado en estos últimos treinta y cinco años: “Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre parta construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¿Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
El hombre que las pronunció, el centenario de cuyo nacimiento celebraremos el próximo 26 de junio, otra víctima del fascismo, murió pocos momentos después. Su ejemplo, su trayectoria, su compromiso, sus palabras, su hacer, su combatividad, se levantan cada día de pasa, con mayor fuerza y claridad si cabe, como una referencia para todas las tradiciones que aspiren a romper con el yugo del Capital, con sus corporaciones y sus grandes instrumentos políticos. Amorós ha escogido muy bien, con cuidado extremo, su materia de estudio.
Como ya demostrara en Chile, la herida abierta; Después de la lluvia. Chile la memoria herida; Antonio Llidó., un sacerdote revolucionario, y La memoria rebelde, Amorós es un gran conocedor de la historia reciente de Chile que suele indagar sobre aspectos poco transitados, con excelentes instrumentos historiográficos, con sensibilidad y con una documentación apabullante. Las diez páginas de bibliografía anexas a Compañero presidente contienen, además de algunos detalles dados en notas a pie de página, más de doscientas referencias. Años de esfuerzo, de dedicación, de estudio, con resultados excelentes.
Aparte del prólogo de Óscar Soto Guzmán y de una interesante cronología de la vida de Allende (pp. 355-359), el volumen se divide en tres partes que el mismo autor resume en su introducción. En la primera se analiza la etapa anterior a la investidura de Allende como presidente de la República (1908-1970). La segunda parte se centra en los dos primeros años de su gobierno, etapa en la que su gobierno aplicó de inmediato el programa de la Unidad Popular y procedió a la construcción del Área Social, el embrión de la futura economía socialista. La tercera analiza el último año de su gobierno. Desde comienzos de 1972, recuerda Amorós, se apreció una crisis en la Unidad Popular originada por las contradicciones y disensos ante la construcción del socialismo. La polémica no enfrentó solo, como es sabido, al Partido Comunista con el MIR, no integrado en la UP, sino que desde junio de 1972, desde el cónclave de Lo Curro, “se expresaron con claridad las dos visiones de la política económica, y del proceso revolucionario en general, que se articulaban en torno a Salvador Allende y el Partido Comunista, por una parte, y el Partido Socialista, por otra” (p. 23).
Todos los interrogantes que surgieron en el proceso chileno son tratados con documentación y equilibrio en el estudio de Amorós: el apoyo ciudadano a la apuesta de Allende y la Unidad Popular; la actitud del ejército chileno; los apoyos internacionales; las críticas razonable (o no) del MIR; las posibilidades reales de una mayor intervención popular y obrera, incluyendo la entrega de armas; el proceso de nacionalizaciones; la lucha contra los latifundios; los disensos interiores; la actitud del Partido Comunista chileno; el control obrero; el realismo político de algunas fuerzas y la ensoñación no controlada de otras; la firmeza y realismo de Allende; la supuesta inevitabilidad del golpe fascista de 1973; las otras intentonas militares; el viaje de Fidel Castro a Chile; el claro compromiso revolucionario de Allende siendo miembro de un Partido Socialista que no había renunciado en absoluto al combate contra el capitalismo; la posición del general Prats y otros militares constitucionalistas; los últimos momentos de Allende; las resistencias ciudadanas al golpe. Ninguno de los grandes temas ha sido olvidados por el autor.
Óscar Soto Guzmán, cardiólogo, el médico personal de Allende, cierra la semblanza (pp. 13-17) que ha escrito para el volumen con estas palabras: “Su suicidio, tan incomprendido por algunos sectores, fue un ejemplo de consecuencia política y personal, fue su entrega a la libertad, a la defensa de la Constitución, y el postrer homenaje al cargo de Presidente de la República que el pueblo chileno, democráticamente, le había otorgado”. Muchos sectores del pueblo chileno, muchos ciudadanos del mundo, no han olvidado, no hemos olvidado su entrega y su ejemplo. Mario Amorós, que nació precisamente el año en el que se produjo uno de los actos de ignominia más abyectos que podemos recordar y que difícilmente olvidaremos, ha escrito una biografía que sin duda será un clásico de la historia de Chile y lectura obligada de todo ciudadano que se identifique con la tradición socialista republicana y que piense, con Allende, que la historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen.
Compañero presidente se abre con unas palabras que Salvador Allende pronunció el 5 de setiembre de 1970, con motivo de su victoria en las elecciones presidenciales que se habían celebrado en Chile: “[…] Gracias, gracias, compañeros. Ya lo dije un día. Lo mejor que tengo me lo odio mi partido, la unidad de los trabajadores y la Unidad Popular. A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobierno del pueblo, con la lealtad del compañero Presidente”. Cumplió, simplemente, cumplió.
En la mañana de un 11 de septiembre, de otro 11 de septiembre, Salvador Allende, la izquierda no entregada, perdieron la batalla, una batalla. La traición, la violencia feroz y guiada de unas Fuerzas Armadas, con resistencia interna de soldados en algunos regimientos, teledirigidas o apoyadas por los insistentes y conocidos servicios de inteligencia, acabaron con un proceso de transición democrática al socialismo. Sin embargo, apunta Amorós, “hoy renace la esperanza en América Latina y las grandes alamedas del socialismo vuelven a surgir en el horizonte: se trata de la lucha por una profunda y radical democratización de la sociedad, en todas las esferas, incluida la económica. En este camino nos acompañará “el metal tranquilo” de su voz, el ejemplo inolvidable del Compañero Presidente” (p. 27). Que así sea, que tampoco en esto yerre el buen sentido del joven historiador.