04 d’octubre 2007

INTERVENCION DE IZQUIERDA UNIDA EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS SOBRE LA RENTA BÁSICA


DEL GRUPO PARLAMENTARIO DE IZQUIERDA
UNIDA-INICIATIVA PER CATALUNYA
VERDS, DE CREACIÓN DE LA
RENTA BÁSICA DE CIUDADANÍA

La señora GARCÍA SUÁREZ: Gracias, señor presidente.
En nombre de mi grupo, Izquierda Unida-Iniciativa
per Catalunya Verds, quisiera empezar diciendo que esta
intervención pretende poner de manifiesto dos cosas: una
voluntad, insistir en una cuestión, la renta básica, que se
ha debatido poco en el Congreso, y un deseo, que sea uno
de los debates más intensos de la próxima legislatura.
Sabemos que vamos a llegar a poco hoy en este debate,
lamentablemente, pero ningún debate debería caer en
saco roto y muchas otras iniciativas, leyes y acciones
gubernamentales han empezado muchas veces con un
debate que tenía poca resonancia y que con el tiempo se
han convertido en pieza casi fundamental. En segundo
lugar, quisiera decir que es un homenaje y un reconocimiento
a todas las personas, profesores, estudiosos,
ciudadanos de todo tipo, que han hecho un trabajo riguroso,
sistemático y académico sobre la renta básica. No
quisiera dejarme ningún nombre, son muchos y muchas,
aunque debo reconocer que una de las fuentes donde más
he basado mi intervención —y también mi grupo de
Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya— es la de
Daniel Raventós, presidente de la Red de renta básica, y
en concreto en su libro Las condiciones materiales de la
libertad. Por tanto, nada o casi nada de lo que diré en mi
intervención me pertenece. Quiero empezar diciendo esto
porque, lamentablemente, la reflexión sobre la renta
básica es todavía muy incipiente en nuestro país. La Red
de la renta básica pertenece, en definitiva, a todos los que
la han hecho posible y en todo caso he añadido mis
reflexiones particulares y también, cómo no, reflexiones
que tienen que ver con mi actividad, no solamente política
sino también profesional, a lo largo de muchos años, que
me ha hecho ver y vivir de cerca nuestro sistema de
bienestar social. Espero que mi intervención sea complementaria
a la del compañero diputado Joan Tardà y que,
entre la una y la otra, consigamos ampliar un poco más
lo que pretendemos exponer.
Respecto a esta proposición de ley que hoy debatimos,
nuestro grupo —ya se ha dicho—, en marzo de 2005,
solicitó la constitución de una subcomisión en esta
Cámara para estudiar la creación de una renta básica de
ciudadanía y Esquerra Republicana, en mayo de 2005,
presentó la misma solicitud. Lamentablemente, no ha
sido posible en esta legislatura —ahora ya dudamos de
que lo sea— hacer este debate, que es preciso para una
propuesta de tanto calado como sin duda es la renta
básica. Por tanto, antes de proceder a cualquier implantación
—y así insistíamos en ello— de una medida como
esta, debe hacerse un análisis en profundidad, ya que se
trata de una propuesta con un enorme potencial de redefinición
social estratégica, y no se puede hacer evidentemente
de un día para otro ni tan siquiera de un año para
otro. Por tanto, sabemos que estamos introduciendo un
debate de tiempo. No es una pequeña reforma, sino que
innova a fondo, cuestiona en definitiva, y va más allá de
los fundamentos normativos y programáticos de nuestro
Estado de bienestar social.
Para decirlo gráficamente, el sufragio universal en el
siglo XX quizás representó algo que podría ser parecido
para la democracia a lo que la renta básica podría
suponer en el siglo XXI para este Estado de bienestar
social, o sea, un salto verdaderamente cualitativo en la
concepción de ciudadanía social; de ahí, nuestra insistencia
en crear dicha subcomisión como paso previo a
su desarrollo legislativo. De hecho, nuestro programa
electoral —también quiero plantearlo— para las generales
de 2004 ya sugería de manera tímida —también lo
hemos de decir— la propuesta de una pensión básica y
de una asignación para jóvenes, que sería una renta
básica, aunque limitada a los menores de 25 años y a los
mayores de 65. Concretamente, hablábamos en nuestro
programa de la pensión básica universal para mayores
de 65 años y de la renta mínima garantizada para las
personas en edad laboral.
¿Por qué planteábamos esto ya en el programa
de 2004? Por varias reflexiones. A lo largo de los últimos
años, todos los modelos de Estado de bienestar social
europeos han presentado serios déficits de inclusión
social desde nuestro punto de vista; es decir, colectivos
importantes de población han quedado al margen de los
mecanismos clásicos de protección social. ¿Por qué ha
pasado esto desde nuestro punto de vista? Porque que se
ha producido un cambio acelerado en los principales
parámetros de la estructura social; es decir, una diversificación
étnico-cultural, un envejecimiento y dependencia,
nuevas formas de convivencia familiar —tema
muy importante—, itinerarios de emancipación juvenil
muy complejos y paro de personas adultas de larga
duración, y todo esto articulado en una fase de predominio
ideológico neoliberal desde nuestro punto de vista.
¿Cómo se ha hecho frente a esta situación? Muy sintéticamente,
desde diferentes mecanismos. Se han reforzado
las políticas activas de ocupación, desde unas
estrategias de reparto del trabajo y nuevos yacimientos
de ocupación; en segundo lugar, se produce el surgimiento
generalizado de las rentas mínimas de inserción
—las famosas Pirmi en algunos lugares y las RMI en
otros— como instrumento de garantía de ingresos.
¿Cuáles han sido los resultados desde nuestro punto de
vista? Avances, pero también límites muy claros. Las
nuevas políticas activas son, en definitiva, palancas
insuficientes para lograr la plena ocupación de calidad.
Tampoco ayudan a afrontar el debate de la validez del
trabajo asalariado como eje de la ciudadanía social. Las
Pirmi o las RMI presentan tasas muy bajas de cobertura.
Son familiaristas y no resuelven la vulnerabilidad de las
personas beneficiarias. Ninguna de estas dos medidas
restablece en un nivel satisfactorio el carácter cohesionador
del Estado de bienestar. No se trata, por tanto, hoy
de entrar a definir la articulación de la renta básica, pero
sí de poner de manifiesto que nuestro sistema actual no
responde ni de lejos a las demandas ciudadanas. Por ello,
es necesario un replanteamiento del Estado de bienestar
social, y un instrumento clave para ello puede ser la renta
básica, el consenso de todos en esta renta básica.
La verdad es que hoy en día nuestro sistema, como
diríamos en catalán, es un poti-poti total de prestaciones
sociales y de otras ayudas económicas que reclaman un
mayor grado de coherencia y de integración. Les pondré
unos ejemplos. Sin ir más lejos, el nivel de fragmentación
de nuestro sistema es tal que cualquiera de ustedes
—igual ya lo han hecho— puede hacer un listado enorme
de todas las prestaciones —familiares, contributivas, no
contributivas, sociales y económicas de la Lismi— y
sumando todo esto nos vamos a más de 33 tipos de prestaciones,
cada una de ellas con sus criterios y requisitos,
con sus sistemas de adjudicación y seguimiento, con un
ejército —permítanme que lo diga— de personas que
tienen que estar dedicadas no a dar este bienestar social,
sino al control incluso de estas prestaciones. Esta es la
vivencia personal que he tenido.
En un estudio interesantísimo que les recomiendo, que
se llama Viabilidad financiera e impacto distributivo de
una renta básica a Cataluña, de hace dos años, todas estas
pensiones que acabo de mencionar —contributivas, no
contributivas, todas las existentes— ascienden a 8.162
millones, sin llegar a cubrir las necesidades reales de
unos amplios colectivos. La propuesta y la microsimulación
que se realiza con una renta básica es un presupuesto
de 8.041 millones de euros, es decir, inferior. Este
estudio es verdaderamente recomendable. Esto es un
detalle de que lo que estamos planteando no es una
utopía ni el sueño de la izquierda o de unos cuantos locos
de izquierda, por decirlo de alguna forma, ni tampoco
es el paradigma del Estado del bienestar social, sino que
simple y llanamente es una manera diferente de entender
cómo se han de garantizar unas prestaciones básicas de
ciudadanía para todo el mundo y cómo se han de financiar;
eso sí, no voy a engañar y en los minutos que me
quedan tampoco quiero esconder la financiación. Dicho
sea de paso, aquí se irán sumando algunas prestaciones
no existentes, como por ejemplo la última del cheque
bebé, que no estaba y que deberíamos contabilizar, que
todo el mundo sabe que nuestro grupo no ha compartido
aunque finalmente hemos llegado a un acuerdo para
garantizar unos servicios, en este caso de las llars infantiles
o de las guarderías infantiles.
Por lo que respecta a la renta básica, es un tema que
se ha trabajado muy a fondo a nivel académico y que
empieza a tener propuestas programáticas avanzadas en
la Unión Europea. Ya hay sectores muy importantes,
incluso económicos, que están diciendo que es un tema
serio a replantearse. La definición concreta de la renta
básica, del basic income network, es una renta incondicionalmente
garantizada a todos de forma individual sin
necesidad de una comprobación de recursos o de estar
realizando algún tipo de trabajo. Es una renta incompatible
con otras pensiones en el momento en que se cobren
y que sean superiores, pero no con las rentas del trabajo,
porque esta no es una renta del trabajo. Dicho también
en palabras de Daniel Raventós, es una forma de renta
mínima garantizada que difiere en varios aspectos de las
que existen actualmente en varios Estados europeos. ¿En
qué difiere? Primero, en que es pagada a los individuos
y no a los hogares, el derecho es del individuo, no de las
familias. Segundo, es pagada independientemente de
otras fuentes de renta. Finalmente, es pagada sin requerir
el desempeño de ningún trabajo o la voluntad de aceptar
un empleo ofrecido. Por tanto, ¿cuál es, entre otras
muchas cosas, el objetivo? Desmercantilizar a las personas,
que todo el mundo pueda vivir sin precariedad,
no con lujo, dignamente, con independencia de su relación
en el mercado de trabajo. Es importante destacar
que, a pesar de que todo el mundo la recibe, no todo el
mundo gana con este sistema. Hemos de decirlo muy
claro ya que las rentas más altas, es decir, los ricos, los
muy ricos, pagarán más. No hay que engañarnos. Esto
solo se puede financiar así. Esto no es una utopía. Es una
necesidad que cada vez será más y más importante. ¿Por
qué han de pagar más? Para hacer posible una financiación
de la propuesta de aquellos que han de recibir la
renta básica. Existe ya un estudio, que se ha realizado
en Cataluña por los investigadores que antes comentaba,
sobre la viabilidad y el impacto de una renta básica de
ciudadanía, que se basa en una renta básica de 5.414
euros al año —cifra que viene a ser lo que era antes el
salario mínimo interprofesional multiplicado por 14—
para todos los adultos censados y de 2.707 euros para
los menores. ¿Mediante qué? Pues mediante una reforma
del IRPF y la supresión de cualquier otra prestación
monetaria pública de una cantidad inferior. Es decir, si
la prestación pública es superior, la renta básica queda
completada hasta llegar a la cuantía que representa esta
prestación. Los resultados del estudio ponen de manifiesto
que el porcentaje de personas que salen beneficiadas
con esta reforma sería del 63,3 por ciento, al que
habría que añadir una altísima porción del 26 por ciento
de la población no cubierta hoy por el IRPF. El estudio
concluye diciendo que no es exagerado decir que con la
renta básica el 80 por ciento sale beneficiado. En definitiva,
estamos hablando de un 20 por ciento que sale
perdiendo, si es que esta es la palabra que aceptamos,
que es quien aporta más a esta renta básica. Por tanto, el
resultado comporta una redistribución de la renta entre
ricos y pobres. Así de claro y así de sencillo.
Termino, a pesar de que hay mucho más para explicar,
porque no tengo tiempo. Creo que debemos quitarnos el
complejo, sobre todo una parte importante que nos consideramos
progresistas y de izquierdas, de llamar a las
cosas por su nombre. En todo caso, hay que plantear que
las personas con un nivel altísimo de renta, es decir, los
ricos muy ricos, ayuden a que haya una renta básica de
ciudadanía para todo el mundo. Esto no debería de
suponer rasgarse las vestiduras porque, aunque hoy
pueda parecer descabellado, estoy segura que en diez o
quince años será el debate de profundidad en nuestro
país y en Europa.
Muchas gracias.

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