11 de maig 2007

RESSENYA DE TRILCES TRÓPICOS. DE LA EDITORIAL LA GARUA AL SUPLEMENTO EL CULTURAL DE EL MUNDO 26-04-07


Trilces trópicos. Poesía emergente en Nicaragua y El Salvador

Joan de la Vega (ed.)La Garúa. Barcelona, 2006. 309 páginas, 13 euros


Francamente, esta antología nos da miedo. Catorce poetas: Camilo Amaru Abarca, Luis Alvarenga, Héctor Avellán, Carlos Clará, Ezequiel d’León Masís, Alfonso Fajardo, Jorge Galán, Osvaldo Hernández, Krisma Mancía, Nora Méndez, Susana Reyes, Francisco Ruiz, Eunice Shade y Douglas Téllez. Catorce voces. Catorce mundos. Y una sola literatura: la mejor. Adormecidos como estamos en brazos de una poesía mediática entre el glamour y el desaliño, Trilces trópicos nos llega como una bofetada: nos saca de nuestro sopor.Y es que ésta no es una poesía dócil, sino violenta. Tampoco cómoda: exige una reacción, de adhesión o de rechazo, de introspección o de crítica social. En su prólogo, de la Vega anuncia que “a diferencia de otros, los autores que componen este compendio no responden a un simple perfil pseudoizquierdista con el que nos hemos acostumbrado a observar y catalogar a los autores americanos” (p. 9).


Ciertamente, la pasividad autocomplaciente no es una opción ante poemas activos, iconoclastas, vivos, como los de Camilo Amaru: “¡Poesía-Soy-Yo!”; o Abarca: “Holograma”, “Acuario roto”, “Pasarela” o “Monólogo”, que confieren a la poesía comprometida una dimensión nueva, superior. (Y, sobre todo, rogamos al lector que no pase por alto “Sacrificio”, o de cómo la palabra mierda se convirtió en la más poética –por subversiva, por exacta, por necesaria– de cuantas recogen los diccionarios de español).Caen los mitos de la aldea global. Como caen también los ídolos literarios (Avellán y su “Viaje al centro de la tristeza”, revisión de huelga decir qué versos de Neruda). Pronunciadas ante otros altares, las divinas palabras se desacralizan: “como el cordero rabioso que reclama su porción / de carne”, Fajardo dixit (“Fuente luminosa”); “No apartes de mí este cáliz / que me va la vida en ello”, Hernández scripsit (“El nombre de los nombres”).


Y, en medio de este Armageddon, los clichés románticos descienden a sus particulares infiernos: “Si decides volver, verás que eres terrible. / Si decido volver, quizá me vuelva hermoso”: Galán revisando la belleza (“Discurso”); “Siéntete pequeño / muy pequeño / sólo así sabrás / la dimensión exacta / en la que el amor / te ha colocado”: Méndez reconsiderando el amor (“Para amar”). Nacen imágenes insólitas, como esos “grillos cometormentas” de Mancía (“Y la guerra crujió”). Asistimos a la creación no ya del poema, sino del poeta mismo, desde la autoproclamación “Yo soy la palabra de Dios” de Ruiz (“Nada”), hasta la reivindicación de Electra Shade: “porque yo soy Eunice Madre, Eunice” (“¿Qué pasa, madre?”). Incluso los amantes de l’art pour l’art más combativo encontrarán varios de esos versos que retumban en la cabeza horas, días, –probablemente– años después de haber sido leídos, como ese impecable “Poned música para un holocausto” de Alvarenga. O los encabalgamientos de delirio de D’León: “Ella, / la de mi odio blando / contra el oído suyo. La / del signo encorvado e insoluble” (“Del zen al tsé-tsé”). O la poesía visual de Téllez (“Grandes conquistadores”). O la hermosísima letanía de Clará en “Sara”: “Sara los sitios del alma / Sara ojos que el tiempo duerme / Sara madre hijo uno”. La gramática, para los cobardes.Pocas veces una antología alcanza un equilibrio perfecto entre voces personalísimas y coherencia generacional. Ésta es una de esas veces. ¿Cansado de exhibiciones de egolatría lírica? ¿Desencantado con la poesía de la era Photoshop? Lea Trilces trópicos: se reconciliará con la vida.


A. SÁENZ DE ZAITEGUI

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